Era un bulto pequeño, con su nombre escrito con pulcritud en letra diminuta. No había remitente.
Lo observó un momento antes de abrirlo. Para su tamaño era pesado, cabía en la palma de su mano y contenía un objeto redondeado y duro con marcadas aristas.
Tomó el abrecartas, cortó con cuidado el extremo del sobre y sacó una bolsita negra de seda. Envolvía una piedra, hermosa pero tosca que centelleaba al acercarla a la luz en un parpadeo de reflejos irisados y brillantes.
Tan sólo unas palabras en una escueta nota:
"Me acusaste de tener un corazón de piedra
hoy vuelve a ti."
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